Don Nadie es un político de esos que abundan quien, llegado el tiempo de primarias, exhibe como carta de presentación alguna controversia de poca monta en la que se cuela para que su nombre suene. Es muy probable que no tenga a su haber, ni pueda reclamar nada concreto a beneficio del Pueblo. Si se le pide una respuesta precisa sobre un asunto que requiere conocimiento de la cosa pública, lo más seguro es que recurrirá a un estribillo gastado, a un ataque personalista o acaso a una contestación incoherente con tal de salir del paso.
Don Nadie, por supuesto, es candidato, y como tal procurará competir por estar lo más cerca posible del líder de su plancha para salir en la estampita de ocasión. Aficionado al empujón y a dar codazos a caballeros y hasta a damas -por aquello de salir en la fotografía- Don Nadie, el perfecto narcisista cree a pie de juntilla en las apariencias. De hecho, él vive precisamente de las apariencias, del concurso de la imagen ---pagada con anuncios oficiales--- así como vive de la percepción y de la pose estudiada ---sus únicos estudios--- y ¿por qué no decirlo?, de su arrimo oportuno y oportunista al reparto de lo que sea.
Don Nadie no tiene criterio propio, pues siempre lo alquila y además porque le da mucho trabajo. Don Nadie lleva una insignia gigante que le sirve de parapeto para excusar sus abundantes insuficiencias. Muestra generalmente un peculiar magnetismo hacia el dinero y a quienes les sobra el dinero, saben que pueden buscarle. Don Nadie será su perro de presa a cambio del ungüento que mueve las ruedas.
Sin ser tan viejo como Matusalén, Don Nadie celebrará más cumpleaños que el personaje bíblico. Si tuviese que informar al Registro Demográfico sobre los muchos cumpleaños que ha celebrado, lo declararían en el acto prodigio de la naturaleza a causa de su longevidad que rivaliza sólo con el tamaño de su ego y de sus aspiraciones.
Abundan los Don Nadie en nuestra fauna política y por eso con el sustantivo Don Nadie no se consigue nombrárseles de veras. Andan en medias tribus, cuchillo en mano, prestos a la emboscada o a la reyerta a nombre del ideal que no logran explicar y sobre el cual fabulan y en el que alegan creer. Los Don Nadie son una media tribu y cuando encuentran a la otra mitad consiguen cogobernar bajo el junte del IVU y del Barril de Tocino achacándose unos a otros la autoría de las fechorías que comparten.
Algunos Don Nadie son especialistas en el buen vestir y usan por ropa trajes que, a juzgar por su costo, serían espaciales. No se les arruga el entrecejo ya que para ir en búsqueda de votos, antes se lo inyectan de Botox. Son devotos de que les rindan pleitesía. Son siervos del Gran Capital. Esos Don Nadie, a la verdad que son una maravilla, espérelos que vienen ya.
Uno se pregunta, ¿a qué apuestan estos Don Nadie? y hay que suponer que su apuesta es al engaño continuo, a que la gente es boba o ingenua, o que apuestan a que el Pueblo no tiene memoria.
Hay, por lo tanto que advertirles, que tarde o temprano el Pueblo pasará factura y que como ha dicho el cantautor, los Pueblos no perdonan. Atención lectores y oyentes esperen a uno de esos Don Nadie en una primaria o cerca de usted, y por favor, adviértales a su familia y vecinos, a sus amigos y compañeros de trabajo quiénes son los Don Nadie que se aproximan y sus cosas, para que no los sorprendan.
lunes, 11 de junio de 2007
COSAS DE DON NADIE
Publicado por
Víctor García San Inocencio
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0:37
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